sábado, 21 de noviembre de 2015

El Chico Perfecto

Comenzaba a llover. Al sentir las gotas, los invitados abandonaron el jardín y se refugiaron en la casa. ¡Cuánta gente había adentro ahora!
Naturalmente unos bailaban, otros charlaban, otros iban de aquí a allá. Aunque el nivel de alcohol en sus cuerpos variaba, todos habían tomado.

Si bien no era una fiesta increíble, todos la estaban pasando bien; un grupo de amigos estaba en una esquina, riendo y platicando de cualquier cosa. Justo cómo lo hacían antes de que su conversación se basara en informes, clientes, el jefe, los pagos, el mal salario y esas cosas de adultos.
 Aunque el grupo a veces era más grande que otras veces, generalmente estuvieron juntos los 5 "de siempre" (Cuatro años en la vida de alguien, incluso menos, bastan para haber estado "siempre").

En una fiesta todos somos amigos y ya habiendo tomado unas copas, la plática y el baile con extraños fluye como agua de río. De pronto el grupo de chicos que alguna vez estudiaron juntos comenzó a hacerse más pequeño: unos se fueron a bailar, otros se fueron a la barra por más alcohol, otros fueron al baño y no regresaron. Se separaron de a poco hasta que sólo quedaba uno.

Caminaba por la casa buscando a sus amigos, se detenía ocasionalmente para platicar un poco con alguien, y seguía su búsqueda. Estuvo así por un buen rato sin resultados.
No conocía a muchos, tuvo una semana pesada y pensó en irse, pero las llaves de su coche estaban en la bolsa de una amiga desaparecida con la que se iría. Iván estaba atrincherado.

Y pasó. Sabía que iba a pasar. Mejor dicho, no lo sabía; lo esperaba. Al otro lado de la casa, atrás de muchas personas, se encontraba un pequeño grupo de amigos: dos varones y dos chicas. Era él.
Ya lo había visto antes. ¡Cómo no hacerlo! Era increíblemente guapo.
Estaba allí, sonriendo, platicando y en realidad no hacía nada en particular. No lo necesitaba, es la clase de chico que no necesita hacer nada para ser encantador.
Nunca habían cruzado palabra alguna, tampoco se había dado la oportunidad, ni siquiera el motivo.

Ni siquiera habían cruzado miradas, de hecho, aunque  Iván lo había visto por primera vez hace algún tiempo en la universidad, el otro no sabía de su existencia. O al menos no lo recordaba.
Iván sí. Lo había visto en la ceremonia de bienvenida, por la cual sabía que era más chico que él y que estudiaba lo mismo. Más no sabía de él.
Mientras iba por otro trago lo observaba discretamente, él estaba muy afectivo con una de sus amigas. Iván pensó que era su novia, si, seguro era su novia. No podía ser de otro modo.
De más está decir que ella también estaba muy linda. Ella y todo su grupo de amigos. ¿Qué los junta? En fin.

Después de haber conseguido más alcohol, habló un rato con unos compañeros, además había visto que sus amigos ya reaparecían en la escena. Buscando con la mirada a su amiga que tenía sus llaves, vio a "la novia" ligando con otro chico. Un ligero sentimiento de alegría lo llenó. Ahora el grupo del otro chico se había desintegrado, estaba sólo.
Sabía lo que quería hacer y lo hizo. No necesitaba tomar más para hacerlo. Se acercó al chico.


-Hola, ¿qué tal la estás pasando?
-Bien, está muy tranquila la fiesta ¿no?
-Si, de hecho no está tan buena.
-Ya sé haha
Sonrió de nuevo, pero ahora estaba tan cerca que la pudo ver con detalle. No pudo hacer más que sonreír también.
-Las anteriores han sido mejores.
-Sí? Es mi primera. Apenas entré.
-En serio? Y qué tal te va?
-Pues no me va mal, pero tampoco muy bien.

La conversación siguió por poco tiempo. Luego dio un giro inesperado.

-¿Cómo le dirías a un chico que se cambió de sexo, él o ella?
I: Pues, no sé...depende
-Es que un amigo lo acaba de hacer....Digo, a mi no me importa. Yo soy gay.

El mundo se detuvo para Iván por un segundo. No sabía que debía hacer ahora, antes de eso, no sabía que decir. En meros segundos había pensado en un infinito número de posibilidades, pero ningún pensamiento estaba bien estructurado. ¿Por qué nunca  sabía que hacer cuando se encontraba a un chico así?
No había pasado mucho tiempo, casi nada, después de esa última frase, cuando por fin pudo pronunciar algo.

I: Yo también.
-En serio? No pareces.
I: Tu tampoco.
-Qué bien. No es tan fácil hacer amigos.
I: Es cosa de buscar. En mi generación somos tres.
-¿Tres? ¡Tres es demasiado!

La conversación iba bien. Pero demasiado. De hecho Iván sabía que era muy peligroso, pues se había dado cuenta que no sólo era guapo. Tenían muchas cosas en común, era en resumen un chico increíble... y gay. Uno de los que no hay. De pronto pregunta:

-¿Y qué tal el amor?
I: Pues muy tranquilito todo, sin novedad.
-¿Tienes novio?
I: No... ¿tu?
-Yo sí.

Sonrieron de nuevo, de hecho lo hicieron varias veces más mientras siguieron platicando. Pero Iván ya no se la estaba pasando tan bien, quería salir de la fiesta, llegar a su casa y dormir, o tomar, o drogarse, todo menos estar allí. Se sentía estúpido, era tan obvio que chicos así jamás están solos (al menos físicamente), se sentía estúpido por sentirse estúpido, sólo habían hablado ¿una hora?¿dos? y ya había creado una historia con final feliz, ¿Con qué fundamentos?
Finalmente le preguntó su nombre, Francisco, respondió.

Francisco tuvo que ir al baño, Iván aprovechó para regresar a su grupo de amigos. La gente empezaba a irse y decidieron marcharse pronto. Francisco volvió y lo estaba buscando, pero no lo vio (tampoco se encontraba al 100). Regresó con sus amigos también.

La hora de irse había llegado, Iván llevaría a dos amigas a sus casas antes. Pensó en despedirse de Francisco, pero no lo hizo.
En el camino platicaron acerca de la fiesta. Jamás se menciono a Francisco.

Ya en su casa y bajo la protección de sus sábanas Iván estaba a punto de dormir, revisó su teléfono por última vez para responder los últimos mensajes del día cuando por impulso, abrió Facebook, escribió las primeras letras del nombre F-R-A-N cuando apareció su perfil.
La foto de perfil era claro, la de una bonita pareja de chicos lindos.
Comenzó a navegar por su mar de fotos, y entre más profundo llegaba más se convencía de que entre ellos había una brecha invisible que los separaba, y no era sólo el novio.
 Y digo invisible porque no era cultural o social, si acaso económica pero tampoco era una barbaridad. Francisco al parecer tenía todo, un novio lindo, una bonita familia, padres amorosos y hermanos que se apoyan, una casa linda (y grande), buenos amigos.
Es más, sólo faltaba la foto con un simpático perro para que Iván se hubiera dado un tiro.
Era demasiado, alguien como Iván no tiene cabida en la vida de alguien como Francisco.
Demasiado para un día.

Apagó la pantalla. Se quedó pensando un rato y la volvió a encender. Le envió una solicitud de amistad. Para cuando despertó, Francisco la había aceptado. Pero no le mandó ningún mensaje, no sabía si debía. Lo hizo unos días después, y han tenido pequeñas pláticas desde entonces. A veces muy fructíferas, otras muy sosas. A veces se responden casi de manera instantánea, otras se dejan en visto.

Iván sabe que Francisco no está interesado, pero también sabe que no se puede quedar sin hacer nada, que tal vez no pase nada pronto, tal vez nunca pase, pero que también la vida da muchas vueltas y entonces, tal vez algo pase.



2 comentarios:

  1. El refrán ya lo dice: 'tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe'...

    Besos!

    ResponderEliminar
  2. No sé si es una mera historia de ficción o una historia que esté aconteciendo en tiempo real en alguna parte del mundo... pero me vería reflejada con la diferencia que, en mi caso, Francisco no es gay.

    Saludos

    ResponderEliminar